miércoles, 22 de diciembre de 2010

Lo siento



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"Te amo con todas las timedeces de una niña y con toda la pasión de que es capaz una mujer" (Aurelia Vélez)

Timidez y pasión. Siento lo mismo. No sé si es amor, creo es lujuria. Lo siento cuando desmadro cual río en creciente. Lo siento cuando tus manos buscan con avidez de ciego los accidentes geográficos de mi cuerpo. Lo siento cuando el tumultuoso palpitar de mi sangre, arquea mi espalda en el éxtasis final. Lo siento... lo siento, se me hace tarde.
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Mary Huergo
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lunes, 22 de marzo de 2010

El día

Llegó un día a mi puerta con un claro
silencio sobre la frente.
Era solo
respuesta tras el dintel vacío,
pura interrogación su boca
sin ninguna pregunta,
que guiara sus pasos.
Serené entonces mi corazón,
agobiado
por el recuerdo innúmero
de lo que fue combate, provocación,
y éxtasis.
Ay! Lucha y cortejo, agua y ceniza
derramadas
sobre el cruel arabesco
de lo que hizo destino.
Yo fui de nuevo el ánfora
donde mezclar las horas,
melodías
y acentos.
Fingí ignorarlo todo
pues de ignorancia vive,
la llama que ilumina
y da forma
a las sombras.
Y tú eras la sombra.
Al mar dejó mis pasos
y quedé en el escrito
de la nada y la boda,
nombres que alumbran
huellascuando pena la noche.
Mi corazón gentil
diciendo
el naufragio primero,
sucumbiendo a la estela
del número
y la estrofa,
para dejar estar,
el vivo sol que entonces
tu mano
liberará a la entrega
primera de lo que fue
llamado,
sin endecha ni queja
y en silencio cantado
sobre la carne muda
y el perfume de un huerto.
Carne de las palabras
entregadas
al deseo primero
así fuiste volcado,
pues en la muerte sola
y los días que hasta el poeta
llegan claramente,
retorna
furtivo como toda
pregunta
que repite insaciada
el origen del verbo,
la memoria encendida
y el aura de tu pelo.
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Oscar Portela
Poema inédito proporcionado por el autor
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Toco tu piel

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Toco tu piel que llora por mis manos,
y mis besos acompañan tus gemidos.
Quisiera hoy fundirme en tu regazo
y no soltar la rienda tan amada.
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Toco tus senos, que anhelabas,
y surgen como flor en primavera,
deseando que mi boca sea la abeja
que tome de sus mieles y su néctar.
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El monte de tu cuerpo está esperando
y quisieras que lo cubra con mil besos,
que llegue a la cima de sus llantos
y pierda mi cordura entre sus pliegues.
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Toco tu piel que llora por mis manos,
y mis besos acompañan tus gemidos.
Tan solo toco sus acordes... despertarán
la luna y las estrellas.
.. ® 2001, Armando Maronese Jueves, 11 de octubre de 2001 .

domingo, 21 de marzo de 2010

Mi vida, mis sueños, la muerte


Es normal que sueñe la mayoría de mis noches cuando duermo. No son ajenos a ellos las cosas vividas y todas son bellas. Cada vez que despierto de mis sueños, he descubierto que ellos se alimentan de mi vida. De las cosas vividas a lo largo de los años. He tenido la suerte de haber pasado por momentos maravillosos que, todos sin excepción, han quedado grabados en mi mente. Duermo. Duermo y sueño. Y sueño cuando despierto.
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Mis sueños como el de todos, tan necesarios para mi vida, son como una muerte diaria. La vida, los sueños y la muerte. Que delgado hilo separa los estados.
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No hubo rutinas en mi mundo... no las hay en mis sueños. Mis sueños son caminos que me conducen a lo bello. A la libertad de mi mente donde todo se libera.
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Cada vez que despierto, sea de noche, ya de día, me doy cuenta que mis noches no son largas, que sólo sirven para mantenerme dormido y recuperar mis fuerzas, para liberarme de presiones y dejarme llevar por lo bello. Y digo bello porque no tengo que fijar mi esfuerzo en otra clase de sueño. Sueño bello cuando duermo.
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Pero sueñe lo que sueñe, llega un instante en que mi sueño se llena de ti. Se llena del mar, de las olas, de la arena, de unos pies caminando donde rompen las olas, de dos manos asidas con amor, de una casita mirando al mar y... siempre tu dentro de él, junto a mí. Juntos los dos.
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¿Tendré que fijar todo mi esfuerzo en otro sueño del que volveré a despertar, sin duda alguna? Nunca te lo dije, pero en cada uno de mis sueños, en cada pequeña muerte diaria, dejo un verso en forma de canción que siempre quise regalarte, además de un beso y un guiño de complicidad.
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Volveré a dormir. Volveré a soñar. Pero a veces me pregunto ¿Volveré a encontrarte en mis sueños? Porque mañana u otro día, quizás no despertaré ya más.

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© 2003-2010, Armando Maronese
Miércoles, 11 de junio de 2003
Sábado, 20 de marzo de 2010

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viernes, 19 de marzo de 2010

Lágrimas De Amor


Nunca hagas florecer una sonrisa diciendo "Te Amo" o simplemente "Te quiero", para después hacer rodar una lagrima diciendo "Olvídame".
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Simplemente porque eso no se hace y además, porque el amor es más bonito que una ilusión y por tu mejilla podría rodar una lágrima idéntica a la de alguien que ya lloró por ti.
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Recuerda que la verdadera lágrima no es la que cae de los ojos y resbala por la cara, sino la que duele en el corazón y resbala por el alma, y esas lágrimas no necesitarán ser recordadas porque de ellas uno nunca se olvidará. Lágrimas... las hay de amor, de alegría, de tristeza... de desazón.
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Recordar es fácil para quién tiene memoria. Olvidar es difícil para quién tiene corazón. Quien sabe amar, jamás hace sufrir.
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Algunas personas vienen a nuestras vidas y rápidamente se van. Algunas personas se convierten en amigos y permanecen por un tiempo, dejando huellas hermosas en nuestros corazones y por ellas nunca volvemos a ser iguales que antes, porque hemos tenido a nuestro lado otro corazón que vibró junto al nuestro, casi al mismo ritmo. Ese corazón que agitado, sonaba junto a tu pecho.
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Ayer es historia... Mañana es un misterio... Hoy es un regalo... Es por eso que es llamado... El Presente. Creo que esta vida es especial, por eso hay que respetarla. Más aún. Hay que amarla.
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¿Te sientes sola?. Mira a tu alrededor y encontrarás mucha gente esperando tu sonrisa para acercarse más a ti. Podría ser asunto sellado con el corazón. Nunca lo olvides.
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¿Hoy somos amigos o no? Una vez me lo dijiste, pero se me olvidó. Así que dímelo otra vez pero con la verdad, de modo que yo pueda decir: Acá estoy para ti. O no.
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De todos los amigos que he llegado a conocer, tú eres a quién nunca olvidaré y si muero antes que tú, lo más probable, iré al cielo y allí te esperaré.

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© 1999, Armando Maronese
Martes, 06 de julio de 1999

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jueves, 18 de marzo de 2010

Para ti, mujer


A ti, que te vistieron con pollera y una estampilla de “sexo débil”. Niña eterna y errante en un mundo que enjuicia y discrimina sin comprender. Nido de vida, capullo de un todo. De ese todo que a cada instante se realimenta.
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Toma un espejo y mírate. Descúbrete al recorrer el mapa de tu rostro. Quizás encuentres secuelas del paso de los años. Y ¿Qué importa si ya no está todo como quisieras?
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Alégrate al escuchar esa voz, que susurra desde adentro diciéndote que eres el resultado de tu propia historia, que el camino no ha sido en vano ¿De qué sirve el estado de lo de afuera, si lo que es, no siempre es lo que ves?

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La sabiduría en los pequeños actos, eso que sale a flote después de hacer el amor y el amor incondicional, no se venden en el mercado. Costilla de nadie, levanta tu mirada, sonríele a la vida y sigue a tu corazón.
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Acaso ¿Serás la mejor obra de arte? Sin rótulos. Eres Mujer. Y eso, para admirarte, sólo nos basta. Y eso, para amarte, es volar al cielo.
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© 2008, Armando Maronese
Sábado, 12 de enero de 2008

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¿Tú hasta cuándo? Yo ya me cansé


Sangra y llora de una vez que me tienes cansada. Estoy agotada de recoger tus lágrimas cuando pierdes las batallas. Con mis manos uno los trozos de piel cuidando que te cierren las heridas; pero tú como adicta al dolor, te las ingenias para desgarrarte un nuevo trozo de piel sana cada día.
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Acaba de una vez o parte hacia levante, yo ya no quiero ir detrás de ti con paños blancos cubriendo tus heridas. Pero mujer... ¿Qué no te das cuenta? Ya te queda poca piel sin lastimar ¿Qué buscas entonces, esperar que alguien te hiera de una sola tajada desde la punta de tus cabellos hasta la punta de tus pies?
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¿Por qué cuidas con tanto afán a ese pequeño que salió de tus entrañas y no eres capaz de cuidar a tus entrañas mismas? ¿Con cuál herida crees que puedas detenerte? No te dañes más alma mía.
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Cierra los ojos y vuelve a tu infancia, refúgiate en los brazos que tanto conoces. Pero vuelve enseguida frente al espejo y mira tu reflejo que ya no puede más. Y no bebas más de esas botellas con agua añeja de Lourdes y Fátima; la sanación está dentro de ti misma, no en las aguas de ese manantial.
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A mí me tienes agotada y tú... ¿No estás cansada de ti? Anochece la misma luna y amanece el mismo sol, pero ya basta de que tú seas siempre la misma.
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No habrá manera de borrar tus cicatrices, pero deja ya de ser toda tú una gran cicatriz. No digas que mañana, porque mañana se convertirá en otro mañana. Yo ya no puedo sostenerte, mis fuerzas terminaron hoy. Te haces demasiadas heridas y solo tengo dos manos que se han cansado de unirte la piel.
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Ya no llores mirando al cielo y ni gimas mientras escarbas la tierra. Tu respuesta está arriba y no abajo; confía en lo que no ves y no en lo que ya no está porque se volvió parte del mismo suelo. El cielo azul es infinito ¿Tienes una venda en los ojos? Las heridas no cierran con lodo, más bien aún las infectan.
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Y no tomes la guitarra en el fresco de la noche y toques alocadamente las cuerdas. No te embriagues de compasiones ni de justificaciones, que de esto ya estamos hartas. No esperes que frotando la luna aparezca una gitana, ni creas que dos monedas de plata compran tu futuro.
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Aspira el aire y que el olor a pasto te llene de vida los pulmones. Báñate en el río y despójate de toda la ropa. Sueña con lo que hoy te hace tanta falta. Escribe en una gran roca tus nuevas leyes y vuelve a ella cuando claudiques.
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Y perdona que cansada de acompañarte, hoy me detenga en el camino y te diga adiós. Y por favor olvida que mi nombre es igual al tuyo, de cambiármelo me encargo yo.
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Por Teresita García Ahued
V, 18 de mayo de 2007
.V

lunes, 15 de marzo de 2010

Hay mujeres...


Hay mujeres que son toda una aventura,
que nos llevan por el hilo más fino del destino,
por esos senderos misteriosos donde uno esta propenso
a la flaqueza, y ellas nos rescatan tan solo con un abrazo.
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Hay otras que son casi una hoguera
y en plena oscuridad nos iluminan,
dejando ver desnudo nuestro lado más íntimo,
ese rincón del alma que tantas veces ocultamos.
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Las hay aquellas que como enredaderas
se adhieren a los muros de nuestros arrabales,
a esas esquinas plenas de glorias y congojas,
llenándonos de gozo con sus floridas primaveras.
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Otras van subidas al carrusel del desconcierto,
sobreviven al pasado pensando un presente sin futuro,
van trazando una línea en el tiempo con la punta de la soledad,
llorando de nostalgia por lo que nunca a sucedido.
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Hay mujeres que son como guirnaldas,
bailan vertiginosas y nos llenan de asombros,
nos arrastran a esa frontera sin melancolía
donde nada es carencia ni vacío.
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Hay otras que son un remolino,
un huracán, un temblor, un desvarío,
una alarma perpetua que nos tiñe el rostro de carmines,
de sorpresas inéditas, de sueños que jamás conocimos.
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Las hay aquellas que son cuchillo y tajo,
que nos van abriendo el corazón con la mirada
y nos acallan la voz a puro beso,
son todo un alboroto al que siempre solemos sucumbir.
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Otras, simplemente son un horizonte,
allí donde el cielo y la tierra son lo mismo
y hacia ahí vamos desnudos y desiertos,
sabiendo que hay mujeres llenando esos vacíos.

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© 1992, Armando Maronese
Martes, 21 de julio de 1992


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sábado, 16 de enero de 2010

Amor, ya no te extraño


Amor, ya no te extraño,
porque siempre te encuentro
en la nube viajera, en la estrella distante,
en las Tres Marías, en el rumor de las olas.
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Te encuentro cuando vas al mar
o simplemente a las playas donde vivo,
en el viviente centro de la flor que eclosiona,
en el áureo levante.
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Amor, ya no te busco, porque te llevo dentro
con la impasible luna, con el sol abrasante,
con el fulgor de afuera y la sombra de adentro,
la inmortal rosa y el azahar fragante.
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Amor, ya no te extraño, porque
estás conmigo siempre: te tenga o no te tenga.
Te siento a mi lado aunque te encuentres lejos,
en el fondo del alma.
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No te retengo para advertir recién entonces,
de la medida en que te amo ahora, que voy para viejo.
Mi amor traspasa los bordes de la vida,
mucho más allá de tu comprensión.
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Recuerda entonces que siempre serás mía.
No importa tu mente, importa la mía.
No importan tus esfuerzos
porque siempre estaré en ti.
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No importa la distancia, no importan tus amores,
no importa tu deseo de alejarte,
porque sé que en el fondo de tu mente,
siempre estaré y tus ojos se humedecerán.
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© 2007-2010, Armando Maronese.
Jueves, 13 de diciembre de 2007
Sábado, 16 de enero de 2010


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jueves, 7 de enero de 2010

Sólo nos basta...



A ti mujer, que te vistieron con pollera y te llamaron sexo débil. Niña eterna y errante, en un mundo de hombres que enjuicia y discrimina sin comprender. Nido de vida, capullo de un todo. De ese todo, que a cada instante se realimenta de lo esencial de la vida. Toma un espejo y mírate. Descúbrete al recorrer el mapa de tu rostro. Descúbrete al recorrer el mapa de tu cuerpo. Quizás encuentres secuelas del paso de los años ¿Y qué importa si ya no está todo como quisieras? Lo más importante siempre lo tendrás.
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Alégrate al escuchar esa voz que susurra desde tu interior diciéndote que eres el resultado de tu propia historia, que el camino no ha sido en vano ¿De qué sirve el estado de lo de afuera, si lo que es, no siempre es lo que ves? La sabiduría en los pequeños actos, eso que sale a flote después de hacer el amor y el amor incondicional, no se vende en el mercado.
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Costilla de nadie, levanta tu mirada, sonríele a la vida y sigue a tu corazón. Eres la mejor obra de arte sobre la tierra. Sin rótulos. Eres Mujer. Y eso, para admirarte, sólo nos basta. Y eso, para amarte, es volar al cielo.

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© 1994, Armando Maronese
Jueves, 07 de abril de 1994
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jueves, 24 de diciembre de 2009

Reflexión sobre la Navidad


Mucho se ha hablado de la Noche Buena y la Navidad. Mucho se ha hablado pero ya no es como antes. Recuerdo cuando niño lo que era la Noche Buena. Una cena sobria en una reunión íntima familiar. Luego, la Misa de Gallo a las doce de la noche. La Navidad era una fiesta de recogimiento y de alegría sobre su significado. Ya nada es igual y se la compara y festeja tal cual como el fin de año. Se ha perdido lo más valioso, lo más importante.
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Navidad, palabra que engloba alegría, reconciliación, paz, amor. Eso es la verdadera Navidad. Miro a mi alrededor y veo al mundo enloquecer por la preocupación de la Navidad, y pienso:

.¿Cuándo perdimos el verdadero sentido de lo que es la Navidad? ¿En qué momento nos desviamos de esa maravillosa energía?
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El mes de Diciembre siempre ha tenido la connotación amorosa, la representación del renacer del ser, inmutable y sereno, pero el individuo humano se ha dado a la tarea de hacer de este tiempo un tiempo de mercadeo, de peso, de conflicto, de tristeza, de dolor por no poder dar a los suyos una representación de su afecto.
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Realmente esto no es así. El amor se entrega a través de un abrazo, de un beso, de una caricia. Nosotros hemos etiquetado el amor en una joya, en un vestido, en un juguete... es por ello que la Navidad ha perdido su sentido. Se valora más lo material que lo espiritual.
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La unión familiar no se expresa de la manera adecuada. Estamos en unión pero no lo estamos. Nuestros niños tienen los juguetes, pero no tienen los padres que jueguen con ellos, porque están ocupados en sus conversaciones de adultos.
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Los niños se meten en sus mundos de juegos y sus padres en sus mundos de adultos y la familia va tomando una connotación, de tú en tu mundo y yo en el mío. Una separación, una división.
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Creemos mantener una vida perfecta y en el momento menos oportuno nos damos cuenta que ya no tenemos nada, que estamos caminando solos en la vía de la vida, que los demás se quedaron atrás o yo me quedé atrás. El egoísmo es el que marca el sendero.
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Todo esto es parte del deterioro del nosotros mismos. Vinimos a un mundo a crearlo en amor y, nos hemos perdido en una destrucción de valores.
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No existe el respeto de los espacios entre nosotros, la libertad se ha confundido y el niño se siente abandonado y recurre a algo que llene su tiempo.
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Levanta tu mirada al cielo y observa las nubes pasar con la brisa. Siente la brisa mover tus cabellos, observa el verdor de las montañas, el color de las flores, el aroma de la tierra mojada, el baile de los árboles con la brisa, la roca que a pesar que no se mueve, se hace sentir.
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Todo esto nos lo dieron para cuidarlo. Y nosotros ¿Qué estamos haciendo con ellos? Somos ciegos hasta que vemos que en el plan humano nada vale la pena hacer sino hace al hombre.
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¿Por qué construir ciudades gloriosas, si el hombre mismo sin construirse queda? En vano construimos el mundo, si el constructor no es construido. ¿De qué nos valen centros comerciales hermosos, si nuestros hijos están derrumbándose ante las drogas, el alcohol y los videos juegos? ¿De qué nos vale desarrollo si en nuestros corazones nos endurecemos y dejamos de percibir la belleza del amor y la unión familiar?
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Los grandes líderes son los que entienden. Que su responsabilidad número uno es con su propia disciplina y desarrollo personal.
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Si no te diriges a ti mismo no podrás dirigir a los demás. Nadie puede llevar a otros más allá de lo que se ha podido llevar a sí mismo. No trates de decirle a tu hijo que no consuma licor, si tú tienes varias copas en tu cuerpo. No trates de sacarlo de las drogas con un cigarrillo en tu boca. Da el ejemplo.
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Que en esta Navidad sea tu propósito el comenzar a construir una verdadera familia. Que el tiempo sea compartido entre tus responsabilidades laborales y la responsabilidad de tu hogar.
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Que tu vida deje de ser tan monótona y fría y se llene de paz y calor, a través del amor incondicional a los tuyos y a los que te rodean, como a tus verdaderos amigos.
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Es mi intención que en esta Navidad, todo aquel que necesite el amor le sea entregado a través de un abrazo y un beso. Que no se quede ningún niño sin el amor de sus padres.
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Reconcíliate contigo mismo, entrégate y sé como realmente eres: Esencia pura de amor divino.
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© 1992, Armando Maronese
Jueves, 24 de diciembre de 1992

sábado, 28 de noviembre de 2009

Creo en mí


Creo que el Cielo y la Luna son míos. Creo que el mar es mío. Creo en muchas cosas, pero no creo en la princesa divina. No creo que todos los momentos de la vida sean felices, ni que la alegría sea eterna.

Pero creo en mí, en mis ganas de lograrlo y en mi fuerza por mejorar y seguir creyendo que las situaciones sí pueden cambiarse, y conseguir términos medios en vez de llegar a los extremos…

Creo en mi alma de niño y en mi alma de hombre curtido por el tiempo y los sinsabores de la vida, y en las ilusiones y los sueños que perdí en el camino y volví a tener en la vida, sin importarme cuántas veces se vieron entorpecidos por tristes realidades…

Creo en luchar por lo que siento, con todas mis fuerzas, en defender mis sueños y en jugarme por la gente que quiero y amo, mientras sigo transitando en los vaivenes del tiempo.

Creo en el leer en los ojos de alguien que quiero, ver un sentimiento; creo en emocionarme aún con un gesto.

Creo que pueda haber alguien que también crea lo que sienta y lo que yo siento, que quiera lo que yo quiero, y que se anime a proponerme caminar por esta vida, juntos, sin miedos…

Creo en una mujer sensible, que no pierda la capacidad de asombro, de juego, de sueño…

Creo en una mujer que trate de demostrar lo que siente ante mí aunque le dé vergüenza; que no disfrace su afecto por mí con negligencia; que no se sienta asfixiada o atrapada por amarme, o mi mitad en vez de un entero, o quizás coartada en su libertad, porque la libertad es interna…

Creo en una mujer que no intelectualice su afecto por mí, que exprese lo que siente y trate de no herirme, al menos, conscientemente.

Creo en una mujer que si yo la llamo, le digo que la extraño o la amo, no se sienta acosada, porque el amor es espontáneo y no premeditado…

Creo en una mujer que pueda ver la belleza en una flor, que no pierda la pasión y que quiera luchar conmigo cuando lleguen los momentos de tensión o de dolor…

Creo en una mujer que me respete más allá de mis conceptos o ideales, que sea mi amiga, que pueda escucharme y entender mis tiempos. Creo en una mujer que no le tenga miedo al amor, al compromiso de estar juntos los dos…

No creo en la princesa divina. No creo en la perfección, y sé que muchas veces los finales no son felices, pero si tu crees en mí, yo creo en ti...
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© 1987, Armando Maronese

Viernes, 11 de septiembre de 1987

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Antes de morir, déjame ser tuyo.


La música le llegó flotando, envolviéndola desde una distancia imprecisa, suave, cadenciosa. Una guitarra y una voz. Nada más. El sonido cristalino de una guitarra y una voz bien atimbrada, cargada de matices, flujos y reflujos. Una combinación perfecta y casi absurda.
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Absurda allí, en mitad de ninguna parte.
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Se detuvo, buscó arriba y abajo, se orientó. El Rosedal se convertía de pronto en una suerte de anfiteatro cargado de ecos. Nadie, salvo ella, parecía darse cuenta de la música, una banda sonora que flotaba por encima de sus cabezas. La gente caminaba como todos los días y a lo largo de todas las horas, en la isla vegetal aislada de la gran ciudad. Parejas sosteniéndose el uno al otro como si fueran a caerse, incapaces ya de seguir solos por la senda de la vida; matrimonios jóvenes empujando cochecitos o jugando con sus hijos pequeños; parejas maduras dando el enésimo paseo de su historia bajo el silencio de la calma; parejas y no parejas de ancianos sentados en los bancos y las sillas, atentos al mejor de los programas posibles: la vida. Turistas de todos los colores...
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¿Cuánto hacía que no paseaba por El Rosedal? ¿Una eternidad? ¿Y cuánto hacía que no escuchaba una voz y una guitarra en la calle o en el subte? No tanto en realidad. Buscaba algo.
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Sabía que se escondían allí ¿Y qué? Voces y sonidos que apenas nadie escuchaba y menos ella. El mundo estaba lleno de sombras. Nunca paseaba, ni por El Rosedal ni por ninguna parte en realidad o escasas veces... Y nunca bajaba hasta las entrañas de la ciudad para tomar el subte.
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Nunca hasta ese momento.
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Por lo menos creía en el destino. Por eso venía a buscar algo que había escuchado y visto.
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Como Ulises frente al canto de las sirenas, aunque en este caso vencida por ellas, caminó atrapada y atraída por la canción, y se dio cuenta que ahí estaba lo que buscaba. Palermo... El Rosedal arriba, en dirección al paseo de los amantes.
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Escuchó una frase nítida:
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Antes de dormir, déjame que entre en ti.
Antes de despertar, déjame que entre en ti.
Antes de morir, déjame vivir en ti.
Déjame, déjame, déjame que lo intente hasta el fin.
Déjame ser tu amante esta noche.
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El músico estaba sentado en un ángulo de la glorieta, de cara a los paseantes y dando la espalda al lago. Inclinado sobre su guitarra, una preciosa Ovation acústica... no se le veía la cara. Vestía con la informalidad de todos los jóvenes, pero con cierto descuido y un dejo trasnochado. Camisa, vaqueros, el símbolo de la paz recuperado después de los años hippies; cabello ligeramente abundante y despeinado. Su corazón latió fuerte. Estaba. En lo primero que se fijó fue en sus manos. Dedos largos y finos. Manos de guitarrista. Tenía la funda de la guitarra abierta al frente y en ella, varias monedas.
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No se detuvo delante de él. Siguió caminando, aunque sin alejarse demasiado y mirando de reojo. Lo hizo a unos diez metros, distancia suficiente para escuchar y ver sin ser notada. La canción continuaba fluyendo con armónica presencia. Una canción que no conocía, podía jurarlo.
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Si de algo podía presumir, era de conocerlas todas. Así que se trataba de un tema inédito, original. Le capturó la fuerza de otras estrofas, otras frases que la hicieron temblar:
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Déjame ser tu amante esta noche.
Déjame ser tuyo el resto de tus días.
Me alimento de ternuras y esos besos,
que se rompen y nos lavan las heridas,
como imágenes de amor en los espejos.
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Déjame ser tu amante esta noche.
Y dormir en el silencio de esos gritos.
dejar en tus quebradas estas huellas,
para amarte con mis dedos ya marchitos,
y soñarte mientras tocas las estrellas.
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Déjame ser tu amante esta noche.
Como fuimos en mil vidas ya pasadas.
Geografía del amor que vivo y canto,
en tu cuerpo mil pasiones no gastadas.
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Al terminar la canción, larga, densa, llena de sólidas estrofas perfectamente engarzadas y después de repetir el estribillo, el músico levantó la cabeza y pudo verle el rostro. Casi sonrió tan externamente, como lo hizo internamente. Ella lo miró y le calculó entre veintidós y veinticuatro años. Era atractivo. Más que atractivo. Cualquier chica lo consideraría guapo. Nariz recta, labios sensuales, ojos limpios, expresión abierta...
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No era posible. Tanto y tan bueno... pero no podía... Lo volvió a encontrar, pero no podía...
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Continuó quieta, prescindiendo del mundo entero y más de la hora. Quieta y escuchando las nuevas canciones del músico callejero, todas inéditas, todas propias, todas originales. Quieta y absorbiendo las letras, los conceptos, las ideas. Quieta mientras el mundo danzaba a su alrededor sin darse cuenta de nada, porque ella y sólo ella podía en un momento como aquel, percibir la realidad:
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Que allí, a unos metros, tal vez estuviera naciendo su estrella.
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® 1999, Armando Maronese
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Miércoles, 03 de noviembre de 1999

viernes, 13 de noviembre de 2009

Tu secreto


¡De todo te olvidas! Anoche dejaste
aquí sobre el piano, que ya jamás tocas,
un poco de tu alma de muchacha enferma:
un libro, vedado, de tiernas memorias.
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Íntimas memorias. Yo lo abrí, al descuido,
y supe, sonriendo, tu pena más honda,
el dulce secreto que no diré a nadie:
a nadie interesa saber que me nombras.
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... Ven, llévate el libro, distraída llena
de luz y de ensueño. Romántica loca...
¡Dejar tus amores ahí, sobre el piano!
... De todo te olvidas ¡Cabeza de novia!
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Evaristo Carriego
(1883-1912)

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martes, 10 de noviembre de 2009

La luna y el amor











Yo no me oculto pues no es mi modo.
Como la luna que adorna la noche,
puedo estar tras las nubes un momento,
compartiendo con ellas codo a codo.
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Lo de luna menguante es una forma.
Una simple posición de nuestro mundo.
Ella sigue brillando eternamente
dándonos siempre su luz eterna.
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No me oculto ni me escondo de la luna,
ni de ti, ni de mí, ni de las estrellas.
Pobres son los que al amar,
puedan no ser subyugados por ella.
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No ama el que no deja huella.
El amor es entrega y renunciamiento.
Es comprender lo que dicen sus ojos
y al amar o eres de ella o no eres de ella.
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Noche en la noche, luz de luna,
el murmullo del mar muere en la arena,
la pasión en nuestros labios.
Amor ¿Oyes ese canto lejano?
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La noche está estrellada e insinuante
y la mágica luna brilla sobre nosotros.
Como el viento, acaricio tus labios
y tu mirada se cruza con la mía.
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La noche estrellada y la luna nos atrapa,
y florecen nuestros más hermosos sentimientos.
En el camino recorrido de la vida,
nunca se pierde cuando se está amando.
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La noche está estrellada y la luna nos observa,
mientras besamos nuestros labios entreabiertos.
El latir de nuestros corazones se acelera.
¡Ay! Quisiera gritar al mundo que te amo.
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Por mi corazón
y por un millón de razones más.
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© 2009, Armando Maronese
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martes, 20 de octubre de 2009

Esa mujer...


¿Podré subir
donde mi mente llega?
Me gusta la luna solitaria,
también la azulada tierra.
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En algún lugar lejano,
rocoso y de nombre olvidado,
vive una mujer
que convive con mis recuerdos.
.
¿Podré llegar
donde no alcanzan mis manos?
Si está tan lejos y tan difuso,
será para no alcanzarlo.
.
En la luna sonriente,
en la cara olvidada,
en la sombría soledad,
vive una mujer, sola y enamorada.
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¿Podré luchar
por lo que no consiguen mis armas?
Aunque aquí se está muy bien,
ella está sola y la amo.
.
En la luna taciturna,
miembro de otrora tripulación,
vive una mujer
que no cree en mi amor.
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¿Podré olvidar
lo que quiere mi corazón?
Mi corazón no es malo
¿Me tiene que esperar algo mejor?
.
Esa mujer enamorada
de un hombre con corazón.
¿Cómo haría ella
para olvidarlo sin más?
.....
Porque yo esté sola
no quiero comprensión.
Yo le quiero mucho, pero...
¿Él me quiere? A lo mejor…
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Perdona, mujer, mi tonta.
Yo soy el narrador.
Él te ama, y nunca
te dirá que no.
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Entonces ¿Qué es lo que
debo hacer? ¿Lo mejor te dices?
Lo mejor es el olvido.
Inténtalo y no sentirás amor.
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Es tan fácil para una mujer
llegar a olvidar,
y no sentir amor,
ni pensar en él.
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Pero si es eso lo que sientes,
eso y algo de rencor,
por haber abierto una vez el corazón,
si no puedo olvidarte ¿Qué haré yo?
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Solo la luna, las estrellas
y el enamorado narrador,
fueron partícipes de
la entrega de tu amor.
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Adiós luna,
adiós narrador.
Adiós mujer soñada.
Tonta. Adiós.
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© 2003, Armando Maronese
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10 de octubre de 2003

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miércoles, 8 de julio de 2009

El tiempo pasa...


El tiempo... ¡Ay amigo! ¡Cómo pasa el tiempo! Uno casi siempre se lamenta de eso, pero no tenemos en cuenta que lo que vale en realidad, es haber disfrutado plenamente de los pequeños momentos de la vida. Pues la vida se compone de momentos ¿No?
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Los años vividos no han dando la experiencia..., la experiencia que imponen los años. Lindo sería ser joven con experiencia. Sería bueno eso, pero no se da así. Uno ya, antes de dar un paso, sabe si algo saldrá mal o no, cosa que no les pasa a los jóvenes.
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Y si pensamos bien, uno debería nacer ya con ese sentido de la vida que le permita no equivocarse tan fácilmente. Muchas cosas andarían mejor..., el amor, los negocios, la educación de los hijos, etc.
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Y como muchas veces dice aquel viejo nostálgico y romántico, que suele navegar, le agrada pescar y pasar tiempo en el campo, junto a su querido caballo y además..., mirar a esas mujeres bonitas que Dios nos ha dado..., ¿Pues tu sabrás que la mujer es lo más hermoso que Dios a hecho en este mundo, no? Pues así es... y él suele decir...
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El tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos; ah! pero el amor lo reflejo como ayer, en cada conversación, en cada beso, en cada abrazo, y se impone siempre un pedazo de razón.
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Pasan los años y cómo cambia lo que yo siento, lo que ayer creía que era amor se va volviendo otro sentimiento. ¡Se vuelve amor!. Porque años atrás, tomar una mano, robar un beso, sin forzar un momento, formaban parte de una verdad.
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Ahora, vamos viviendo, viendo las horas que van muriendo, las mismas discusiones se van perdiendo entre las razones.
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Ellas a todo dicen que sí, yo a nada digo que no, para poder construir la tremenda armonía que pone en resonancia a los corazones.
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Porque el tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos; ah! pero el amor lo reflejo como ayer, en cada conversación, en cada beso, en cada abrazo, y se impone siempre un pedazo de razón.
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El tiempo pasa y la vida se nos va. El tiempo pasa y nos da experiencia ¿No es así? Pero hay algo que no nos da, y es el poder dominar nuestros sentimientos y como yo no pertenezco a una sociedad machista, a veces..., lloro.
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Recuerdo... Que me acerqué con la curiosidad de los inocentes, tratando de disimular mi curiosidad. Como los distraídos que miran al azar y que, como por descuido, buscan encontrar un rostro entre la gente. Los recuerdos surgieron sin poder contenerlos. Las imágenes, difusas por el paso del tiempo, volvieron a mi mente como si hubieran ocurrido ayer. Quería equivocarme, pero al mismo tiempo deseaba que fuera realidad. Sentí un ardor intenso en el pecho mientras me daba cuenta que la volvía a ver..., después de tanto tiempo. La volvía a ver y mi sangre comenzó a bullir ardorosamente. Mi fuego nunca se extingue.
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Mi mirada se proyectó directamente hacia su mente, tratando de conmover sus pensamientos. Estaba sentada, esbelta, hermosa, a la mesa de la cafetería. Vestía elegantemente, como siempre, cuidando hasta los mínimos detalles. Con su singular delicadeza se dirigió al mozo para pedir un café.
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Mientras simulaba acomodar sus gafas, miró de reojo, como si hubiera sentido la intensidad ardorosa de mi mirada. Un gesto de asombro y de incredulidad se dibujó en su perfecto rostro. Sin darme cuenta, dirigí mi pasos hacia ella. Una suave sonrisa se dibujó en su rostro. Me ubiqué en la silla, sin preguntar, como los que no necesitan excusas para hacerlo. Nos miramos tratando de contener el tiempo y de decirnos tantas cosas en un instante.
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Tenía algo distinto. Me pareció que sus ojos no brillaban con la misma intensidad de antes. Intentó disimularlo, pero la descubrí por mi experiencia de viejo. Muchas veces imaginé este momento y las palabras que le diría..., sin embargo, no puedo componer las frases tantas veces ensayadas.
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- ¿Cómo estás? preguntaste, mientras me contemplabas. Suspiré profundamente tratando de armar una respuesta lógica, pero sincera, y sólo atine a decir:
- ¿Cuándo volviste...?
- Hace unos días, pero... estoy de paso- me dijo.
- Te ves muy bien..., quizás un poco triste.
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Se acomodó el cuello de la campera y con un tono de resignación musitó:
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- Es la vida..., que no perdona los errores - contestó.
- Muchas veces intenté saber de ti..
- ¿Por qué no viniste a mi encuentro? – dijo ella.
- No sabía si debía...
- Te necesité..., te extrañé – dijo mirándome fijamente a los ojos..
- Me pediste que no te siguiera. Muchas noches mis lágrimas humedecieron tu nombre. Me dejaste hecho trizas...
- Nunca dejé de amarte – Y volvió a mirarme.
- Nunca pude olvidarte.
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Nuestras manos no pudieron evitar encontrarse y con los dedos entrelazados, permanecimos intercambiando la sensaciones de tanto tiempo perdido.
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- ¿Por qué te fuiste así? – me dijo.
- Te amé con tantas fuerzas que tuve miedo..., miedo de asfixiarte, de anularte.
- Me privaste del derecho de elegir. Lo hubiéramos intentado - contestó. Quise encontrarte en otras miradas, en otras caricias, en otros besos. Un día supe..., que nunca sería igual.
- Y ahora, ¿aprendiste a querer sin comparar? – le respondí.
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Hurgó en su cartera y sacó un pañuelo, mientras su rostro se compungía. Una nube de dolor cubrió su mirada y con el tono muy bajo, dijo:
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- No puedo quererlo como él se lo merece. Me cuida, me protege y me da toda lo mejor de su sentimientos..., pero no sé cómo corresponderlo.
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Las lágrimas brotaron de sus lánguidos y tristes ojos, pero muy hermosos.
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- Me enteré por accidente que sus negocios no andan muy bien. Y no me lo dijo.
- Cada día se esfuerza por..., ser mejor. No sé qué hacer, estoy muy confundida.
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La tomé de las manos y como aquel que sólo puede comprender, le dije:
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- Haz el esfuerzo de amarlo, tratando de que, por lo menos, ambos sean felices.
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Miró disimuladamente su reloj, y lentamente se incorporó..
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- Debo partir...
- Donde estés, te recordare.
- Voy a necesitarte...
- Invoca mi nombre y estaré contigo.
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La vi partir, otra vez, pero sentí que ya no la volvería a encontrar. Los sonidos de la ciudad me envolvieron hasta que desapareció entre la gente.
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- ¡Abuelito, abuelito...! Ya volví..., me interrumpió una vocecita de ocho años, que corría agitado hacia mí.

- ¿Estás llorando?, me preguntó sorprendido. Cuando murió la mamá de mi amiguito me dijiste que algunas personas no pueden llorar.
- Me equivoqué, querido mío... ¡me equivoqué!
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Amigo..., el tiempo pasa.


© 2009, Armando Maronese
L. 12 de marzo de 2007
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martes, 7 de julio de 2009

Lágrimas de amor



Nunca hagas florecer una sonrisa diciendo "Te Amo", para después hacer rodar una lágrima diciendo: "Olvídame".

Simplemente porque eso no se hace y además, porque el amor es más bonito que una ilusión y por tu mejilla podría rodar una lágrima idéntica a la de alguien que ya lloró por ti.

Recuerda que la verdadera lágrima no es la que cae de los ojos y resbala por la cara, sino la que duele en el corazón y resbala por el alma; y esas lágrimas no necesitarán ser recordadas porque de ellas uno nunca se olvidará.

Recordar es fácil para quién tiene memoria. Olvidar es difícil para quién tiene corazón. Quien sabe amar, jamás hace sufrir.

Algunas personas vienen a nuestras vidas y rápidamente se van. Algunas personas se convierten en amigos y permanecen por un tiempo, dejando huellas hermosas en nuestros corazones y por ellas nunca volvemos a ser igual, porque hemos tenido al lado nuestro otro corazón que vibró junto al nuestro.

Ayer es historia... Mañana es un misterio... Hoy es un regalo... Es por ello que es llamado... El Presente. Creo que esta vida es especial, por eso hay que respetarla.

Te sientes solo, sola?. Mira a tu alrededor y encontrarás mucha gente esperando tu sonrisa para acercarse más a ti. Asunto sellado con el corazón.

Somos amigos o no? Una vez me lo dijiste, pero se me olvidó. Así que dímelo otra vez pero con la verdad, de modo que yo pueda decir: Acá estoy para ti.

De todos los amigos que he llegado a conocer, tu eres a quién no olvidaré y si muero antes que tú, iré al cielo y allí te esperaré.


Armando Maronese
06 de julio de 2009
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sábado, 27 de junio de 2009

Amarte por siempre


Pues sí, era yo quien te estaba observando mientras, sentada en el borde de tu cama, pasabas la crema en tus pies. Sólo te diste cuenta cuanto levantaste los ojos y los clavaste en los míos. Esos, tus ojos, de mirada dulce, muy dulce pero abrasadora. Y mientras miraba tu hermosura pensaba cuanto me hubiera gustado ser yo quien te pasara la crema. Y tu te diste cuenta y sutilmente, tus ojos me invitaron a hacerlo. Lo hice y noté tu estremecimiento, el cual hice mío. Y eso siempre lo haré aunque a veces no te des cuenta de ello, aunque te quieras alejar, pues de una forma u otra siempre estaré en ti, en tus pensamientos, en tu quehacer diario, en tus momentos de relax o de trabajo, en tus momentos de esparcimiento junto a tus amigos. Y entre ellos, sin que nadie se de cuenta, me verás.
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Me provoca tu mirada, tu ternura, tu forma de ser, el sonido de tu voz... tu interior. Tus sentimientos son nobles, tiernos, sublimes.
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Pero noto con tristeza que te vas, que quieres apartarme de tu mente. Quizás me ames como yo lo hago, no lo sé, aunque aparentas sólo quererme pero deseas inconscientemente que me acerque. Cuando estoy me apartas todo lo que puedes, pero cuando me aparto te inquietas.
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A veces, cuando te alejas, divago por esos caminos que tiene la vida, quienes me encierran y me atrapan. Entonces miro al cielo y el gris plomo de tu ausencia está conmigo. La tristeza me embarga cuando tu no estás y el llanto silencioso me acompaña, aunque en lo mas profundo de mi ser sé que regresarás.
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Pensándote, te he pintado de mil maneras diferentes. Te he pintado en todas las estaciones del año. Vaya donde vaya, al campo, al mar, caminando sin rumbo fijo, siempre estás, reflejando tu espíritu de vida como reflejaste en mi interior la semilla del amor que brotó un día, y que fue creciendo cada día más hasta volverte indispensable.
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Ha llegado el invierno amor y todo se viste de gris, pero el sol y el calor de tu belleza lo plasmo en mi mente constantemente y eso hace que el frío en mi interior no sea tanto. Mis manos no se cansan por sostener tus tiempos en mi mente y en mi corazón.
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Rugen las olas del mar. Está bravo y me acongojo. Entre ellas y la niebla creo ver tus ojos y los míos brillan con la esperanza. Las gaviotas se oyen a lo lejos, que murmuran celos. A lo lejos se escuchan ¿Las oyes?
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Cuando llegue a puerto seguro encenderé los leños... esos, que pusiste antes de irte dejando en ellos la esperanza. Quiero calentar el frío que ha quedado con tu ausencia. Descanso junto al fuego y dentro de mi corazón siento que el invierno no será mi frío, pues tu amor será al fin mi refugio que tanto deseo y entonces, pintaré tus manos con las que me acaricias, y pintaré tu amor hasta el desvelo.
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¿Mi vida? No conocía el significado de esa palabra hasta que te adentraste en ella. Ahora estoy desorientado, porque me hiciste conocerla en profundidad pero sin ti estoy solo ¿Y sabes? Tengo celos del viento que acaricia tus cabellos, tengo celos de otros ojos que te miran, del agua que riega tus labios, acaricia tus hombros y tus senos. De la noche que abriga tu ser. De tus sueños, del sol que abraza tu cuerpo. De tus ansias de amor. De las estrellas que te miran, sin querer ¿Recuerdas nuestras estrellas?
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Mis sentimientos son más grandes que un te quiero, mucho más... ya pasaron de un te quiero... ya pasaron al amor ¿Y por qué? Porque tienes un interior demasiado bello, sensible, delicado, sano y me lo has abierto a mí muchas veces. Pero además de tu interior, eres hermosa para mí... tus ojos, tu mirada, tu boca, el sonido de tu voz, la manera de acariciar mis manos. Y yo hago de todo esto un conjunto armonioso... porque estás compuesta como todos, de tu interior y de tu exterior. Pero tu interior es mucho más importante para mí, porque es lo que te hace mujer y mujer te quiero. Yo sé que lo tuyo no es amor pero no importa... yo te seguiré esperando hasta mi muerte. Te amo demasiado y nadie, pero nadie, podrá prohibirme amarte como lo siento.


2009, Armando Maronese
S, 27-06-2009



viernes, 22 de mayo de 2009

El motivo y el por qué


Querer es un sentimiento del alma, estoy de acuerdo y eso nos une a otro ser. Pero amar es diferente al querer. Claro que no condiciono el amor por un para qué.

Pero eso sí. Cuando uno quiere es por algo y siempre hay un porqué. No un para qué. Sí hay un porqué y también un motivo.

No hablemos de amar... simplemente de querer. El motivo: Cuando quiero a alguien es porque lo siento y si lo siento es porque ese alguien me quiere, o me abre su alma o corazón. O simplemente tenemos afinidad. El por qué: Es porque mi corazón así lo siente. Simplemente. Hay un porqué y un motivo.

Yo tampoco condiciono mi amor a un para qué, pero sí a un por qué y a un motivo. En mi vida muchas veces lo he explicado. No es tan fácil como el decir: te quiero y punto. Si uno quiere, es porque nace un sentimiento por algo y ese algo es grande. Tan grande que a veces puede hacer perder la cabeza.

Yo no creo en las personas duras a las cuales les rebotan todas las balas en su coraza. No. Si así fueran no tendrían corazón... no tendrían esas fibras que vibran. Y que hermoso es cuando vibran. Que uno se quiera hacer pasar por una de esas personas duras es otra cosa o que haga esfuerzos para serlo. Pero que feo que es.

Diferente es cuando uno quiere a otro, pero de pronto aparece otra persona en su vida y ya no sabe que hacer con la que quería primero. La quiere sí, pero en una escala de valores un poco menor, pero eso no significa que la deje de querer. La superación de alguien por otro es algo que sucede muy a menudo en la vida. A veces la transición es simple, pero otras veces causa dolor.

Pero aunque hay transiciones simples y también dolorosas, estas últimas son las más frecuentes. Pero ello no quita que la persona que ha sido relegada en un peldaño en la escala de valores, deje en el otro corazón cosas hermosas que resultan indelebles, quizás de por vida. Aún con el paso del tiempo perdurarán y en cualquier momento aflorarán. Puede ser viendo una flor, leyendo cierto poema, mirando el mar o pasando por el campo o el olor a hierba recién cortada. Puede ser también por un simple pensamiento, que hará aflorar cosas hermosas vividas. Como el recordar unos ojos, una boca, unas manos, una voz o una risa.

La vida tiene esas cosas. Muy pocas cosas son fijas y ello es una verdadera pena, por lo menos para mí, claro. Todo depende de la forma como se piense, como se ame o la presencia de otras personas que pueden aparecer así como así en la vida de cada uno.

Pero así se dan las cosas. Unos sonríen, gozan, son felices, mientras a otros se les dio vuelta el mundo y ya no sonríen, ni gozan y pasan a ser infelices y a sufrir.

Yo siempre dije que la persona que ama, siempre sufrirá en algún momento determinado de su vida. Los momentos que tiene la vida son muy cambiantes, ya que están expuestos a muchas cosas.

Pero caramba, ya me puse a divagar como un verdadero idealista. Pero releyendo lo que escribí en las hojas viejas de este cuaderno, veo que me sirve para un artículo y seguro que lo publicaré uno de estos días. Total, no he cambiado opiniones sobre el mismo y todo nació de mi mente soñadora. La perpetua mente soñadora de mi ser. Sé... estoy casi seguro, que aún en los últimos momentos de mi vida, estaré diciendo algo que nacerá en mi mente y seguramente será algo sobre el amor. Así soy yo. Así nací y así moriré. En esta vejez que ya tengo, nadie me va a cambiar y nadie lo hará porque el amor es así, grande, hermoso, luminoso. Por el amor nacemos, por el amor vivimos y aún por el amor morimos.

Lo que sí puedo decir, es que a medida que pasan los años y uno se va adentrando en esa etapa de la vida en la cual ya no le sirve a nadie para amarlo, esa etapa justamente hasta su ocaso, es donde el hombre más comprende al amor. Más lo siente y lo valora, mucho más que un joven ¿El motivo? Es simple. Ama al amor y lo comprende y esto sucede porque lo analiza y por fin se da cuenta -cuando ya es tarde-, que el amor es lo más valioso que una persona pueda tener en su vida. Unos se dan cuenta en esta etapa de su vida, pero yo tuve la suerte de comprenderlo bastante tiempo antes. Quizás haya sido porque he escrito sobre el amor, porque así lo he sentido. Uno no puede escribir sobre el amor sin comprenderlo y yo escribí durante toda mi vida. Tuve mucha suerte y agradezco a Dios por ello.

Gracias Dios mío por haberme dado la facilidad de escribir poemas, de sentirlos en el fondo de mi corazón. Y hablando de poemas, una querida amiga me hizo resaltar y recordar una frase mía de una prosa que dice: el poema más hermoso no tiene voz ni forma. Es el que cada uno siente en el fondo de su alma, pero el poema más hermoso es el que sabe llegar al alma."

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© 2009, Armando Maronese
Jueves, 21 de mayo de 2009