martes, 11 de noviembre de 2008

¿Tu eres el mar?


En el borde del acantilado estoy parado. Roca, roca y más rocas. Abajo, el mar tempestuoso castiga con todo su furor contra las mismas. Sus olas me mojan y el viento me empuja.

Siento frío, mucho frío y mi cuerpo tiembla, pero no puedo quitar mi mirada de tu cuerpo, allá abajo. Tu cuerpo desnudo. Ese cuerpo que tantas veces besé y creí que sería eternamente mío, y aunque el mar me azota con más fuerza, te sigo mirando.

Ya no puedo sostenerme, pero tampoco puedo dejar de admirar tu cuerpo dándome la espalda. Mis ojos de amante desesperado y cansado, se están corroyendo por el agua del mar que los castiga, pero sigo mirándote, observando tu cuerpo hermoso dándome la espalda.

Quiero subir, subir para salvarme del mar, subo a otras rocas pero las olas me atrapan. Y te sigo mirando cuando siento que el mar me arrastra hacia sus entrañas.

Me tomo del borde de una roca filosa que me lastima y siento dolor, pero que desaparece cuando ahora observo tus ojos verdes mirándome, mientras tus cabellos rubios y mojados caen sobre tus bien formados hombros desnudos.

De pronto dejas de mirarme y ya no me importa nada. No me importa sostenerme por mi vida en peligro. Ya no me importa. Ya dejé de querer el mar, de amar la luna que ahora te alumbra. Ya todo está sellado y yo atrapado y sin salida, ya no me miras pues has dejado de amarme.

Ya no tengo tu amor, ya no tengo cuerpo, ni tu boca de finos labios, ni tu cara de nariz perfecta. Que hermosa eres. Tampoco tengo ya tus senos de erectos pezones. No tengo tus brazos. No tengo tus piernas. No tengo nada. Nada de ti. Y mientras hago los pocos esfuerzos para sostenerme, te veo con tu cabello mojado. Ahora me observas con tus hermosos ojos verdes, como si nadie pudiese tocarte ni corromperte, pero me extiendes el brazo como queriéndome tomar.

Ya no estás, no te veo; pero sí te veo. El mar me traiciona. El mar, mi viejo amigo, ahora me engaña a pesar que lo he amado durante tantos años. Ahora ese amor me arrastra hacia la muerte. Y ahora te veo ¿Haces lo mismo conmigo? Pero te veo entre las aguas del fondo y tu mirada es la misma, como igual el brazo extendido que me llama.

Reviven de nuevo hacia ti mis sentimientos, ya no me importan ni el mar ni el viento, sólo me importas tu. Pero te veo atravesada por las olas en un instante y por las corriente del fondo en otro. Es tu cuerpo atravesado por el mar el que me llama.

Tu belleza es radiante y tu sonrisa dulce y eso predomina sobre todo lo demás. Nada más me importa; sólo tu. Quiero tomar tu mano extendida hacia mí, pero ya no puedo. No tengo de donde tomarme ni tampoco fuerzas para hacerlo. El mar me atrapa y las afiladas rocas hieren mi cuerpo. No puedo. Tu sigues mirándome, pero ya no oyes mis llamadas de angustia. Estoy solo. Siento el latir de tu corazón en el golpe de cada ola y tus penas que cantan.

Siento la sal del agua del mar en mi boca y recuerdo la sal de tu cuerpo. Recuerdo tus gemidos. Recuerdo tu espalda. Ya me entrego, no me quedan fuerzas. Me entrego al mar del mismo modo que me entregué a ti. Ya no respiro, ya siento como muero y entonces desde el fondo te veo, en la superficie, de frente, sonriéndome a la luz de la luna.

Armando Maronese
M, 11 de noviembre de 2008
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