Hoy quiero dedicarte una hermosa melodía... Escribiré con letras los sonidos... Usaré palabras que deleiten tus oídos.. Como únicos instrumentos, tomaré mi pluma y mis sentimientos... Habla mi melodía de un mundo diferente... Allá lejos, dónde sólo llega la mente.
El primer sonido es el silencio, la paz del alma y la conciencia... Poco a poco se invade el aire, con el suave ritmo del corazón, al igual que un reloj: tic-tac, tic-tac. Se levanta una suave brisa, y acompaña su sonido, cual hermosa sonrisa. Cae una hoja del árbol, suena como un cascabel, tintinea dulcemente al caer.
La risa de un niño a lo lejos, hace mi canción enternecer... En el aire las gaviotas, acompañan sin querer. De pronto la brisa se convierte en aire, el aire en viento, y siento su fuerza dentro. El mar se enfurece, las olas con fuerza, rompen en el acantilado embrujado.
Mi corazón se estremece y suena ahora al unísono, de las enfurecidas olas del mar. Los sentimientos revuelven mi espíritu, mi alma parece salir con fuerza y volar. Se levanta una inmensa tempestad. Una tormenta que mil rayos y truenos hace sonar. Lloro y grito con fuerza desesperada, para alcanzar mi alma que quiere escapar.
Miro al cielo, las lágrimas nublan mis ojos, pero veo la tormenta, poco a poco, amainar. Vuelve a convertirse el viento en aire, el aire en suave brisa, y recupera su sonrisa. Regresa la melodía del silencio, el suave tic-tac del reloj... descansa en mi corazón.
Vuelve a reír el niño, con su risa inocente... Caen las hojas del árbol dulcemente. Siento de nuevo la paz en mi espíritu, regresa mi alma despacio y con calma. He alcanzado el mundo diferente, aquél que tan sólo existe en la mente.
¿Has oído la hermosa melodía? Es la música del alma. No la puedo interpretar, pues ningún instrumento musical aprendí a tocar... Tal vez tú, la puedes alcanzar. Pero ahora estás cansada. Duerme. Duerme, con mi dulce canción.
© 1992, Armando Maronese
Jueves, 9 de noviembre de 1989
El primer sonido es el silencio, la paz del alma y la conciencia... Poco a poco se invade el aire, con el suave ritmo del corazón, al igual que un reloj: tic-tac, tic-tac. Se levanta una suave brisa, y acompaña su sonido, cual hermosa sonrisa. Cae una hoja del árbol, suena como un cascabel, tintinea dulcemente al caer.
La risa de un niño a lo lejos, hace mi canción enternecer... En el aire las gaviotas, acompañan sin querer. De pronto la brisa se convierte en aire, el aire en viento, y siento su fuerza dentro. El mar se enfurece, las olas con fuerza, rompen en el acantilado embrujado.
Mi corazón se estremece y suena ahora al unísono, de las enfurecidas olas del mar. Los sentimientos revuelven mi espíritu, mi alma parece salir con fuerza y volar. Se levanta una inmensa tempestad. Una tormenta que mil rayos y truenos hace sonar. Lloro y grito con fuerza desesperada, para alcanzar mi alma que quiere escapar.
Miro al cielo, las lágrimas nublan mis ojos, pero veo la tormenta, poco a poco, amainar. Vuelve a convertirse el viento en aire, el aire en suave brisa, y recupera su sonrisa. Regresa la melodía del silencio, el suave tic-tac del reloj... descansa en mi corazón.
Vuelve a reír el niño, con su risa inocente... Caen las hojas del árbol dulcemente. Siento de nuevo la paz en mi espíritu, regresa mi alma despacio y con calma. He alcanzado el mundo diferente, aquél que tan sólo existe en la mente.
¿Has oído la hermosa melodía? Es la música del alma. No la puedo interpretar, pues ningún instrumento musical aprendí a tocar... Tal vez tú, la puedes alcanzar. Pero ahora estás cansada. Duerme. Duerme, con mi dulce canción.
© 1992, Armando Maronese
Jueves, 9 de noviembre de 1989
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