martes, 24 de julio de 2007

Poema LXVI

No te quiero sino porque te quiero
y de quererte a no quererte llego
y de esperarte cuando no te espero
pasa mi corazón del frío al fuego.

Te quiero sólo porque a ti te quiero,
te odio sin fin, y odiándote te ruego,
y la medida de mi amor viajero
es no verte y amarte como un ciego.

Tal vez consumirá la luz de Enero,
su rayo cruel, mi corazón entero,
robándome la llave del sosiego.

En esta historia sólo yo me muero
y moriré de amor porque te quiero,
porque te quiero, amor, a sangre y fuego.

Pablo Neruda
Cien sonetos de amor

Aquí te amo

Aquí te amo.
En los oscuros pinos se desenreda el viento.
Fosforece la luna sobre aguas errantes.
Andan días iguales persiguiéndose.

S e destiñe la niebla en danzantes figuras.
Una gaviota de plata se descuelga del ocaso.
A veces una vela. Altas estrellas.
O la cruz negra de un barco. Solo.

A veces amanezco, y hasta mi alma está húmeda.
Suena, resuena el mar lejano.
Este es un puerto.
Aquí te amo.

Aquí te amo y en vano te oculta el horizonte.
Te estoy amando aún entre estas frías cosas.
A veces van mis besos en esos barcos graves,
que corren por el mar hacia donde no llegan.

Y me veo como estas viejas anclas.
Son más tristes los muelles cuando atraca la tarde.
Se fatiga mi vida inútilmente hambrienta.
Amo lo que no tengo. Estas distante.

Mi hastío forceja con los lentos crepúsculos.
Pero la noche llega y comienza a cantarme,
la luna hace girar
su rodaje de sueño.

Me miran con tus ojos las estrellas más grandes,
y como yo te amo, los pinos en el viento,
quieren cantar tu nombre con sus hojas
de alambre.

Pablo Neruda