Desnudar a una mujer, es un nido de emociones que no se verá a través de su piel, ya que es una geografía que se admirará sin llegar a su esencia, si ella no lo quiere.
Si se quiere desnudar a una mujer, nunca se logrará. Se hará sí, con su vestimenta, pero nada más. Se verá su cuerpo, se verá su hermosa piel, se verá su sexo, pero no más de ahí.
Por eso desnudar una mujer, no alcanza para descubrir su mundo secreto y lo más probable, por no decir lo más seguro, es que sus ojos cuenten mucho más de lo que se quiere saber. Cuando sus ojos miran fijamente, dicen muchas cosas y como seguramente uno mirará su cuerpo, ni cuenta se dará lo que sus ojos están diciendo.
Ella sabe que para llegar a su alma, se deberá mirar con mucha más paciencia, pues aun desnuda, estará vestida de pleno misterio. El fuego de su interior, sólo se conocerá mirando su corazón a través de sus ojos, y aún sin ropas, no nos pertenecerá.
Al desnudar a una mujer, nunca se logrará quitarle su mejor prenda…el pudor. Miraremos su cuerpo esbelto, hermoso... su piel, pero debemos aprender que no existe seda que supere su piel, ni tela que pueda esconder su encanto.
Si supiéramos lo que significa desnudar a una mujer... Desnudar a una mujer, es como quitarle los pétalos a una flor. Es llegar hasta la puerta de los sentidos y caer de rodillas ante el altar sagrado de su fuente de vida.
Pero nunca debemos dejar de recordar… que aún sigue sin pertenecernos. No es de esa forma como conoceremos su cielo. Tal vez conozcamos algo del nuestro, pero no el de ella. Con ella puede el artista, olvidar por completo lo que es una línea recta y naufragar en un mar ondulado de luces y sombras.
Si esa mujer nos mira profundo, no es que quiera hacernos un regalo a nuestros ojos. Lo que quiere hacer, y de eso se trata, es un regalo para nuestra alma. Sin lujuria, sin morbosidad, ni dobles mensajes. Cuando ella lo quiera nos dará lo que queremos, pero nunca su pleno interior, pues esa mujer es el misterio más grande de este mundo.
Es miel, es rocío, es frutas, es aromas y sabores. Es la mejor obra de arte de Dios en este mundo y llevada a la pintura, a la fotografía y a la escultura. Es lo que mueve al mundo y nuestra inspiración nace de ella.
Además, la mujer piensa con el corazón, actúa por la emoción y vence por el amor. Que tiene emociones y transmite cada una de ellas con una sola mirada.
¿Quién entiende a la mujer? Esa es la pregunta más repetida por los hombres y a la cual muy pocos tienen acceso... a la verdadera respuesta. Un ser superficialmente frágil, pero con un misterio infranqueable por dentro. ¿Qué esconden ellas detrás del rubí y del delineador?
Nunca nos debemos preguntar quien entiende a la mujer. Sólo podremos entender de ella lo que nos transmitan sus ojos. La mentalidad de la mujer es infinitamente impredecible e inentendible.
Toda una corriente machista se evapora con esa pregunta. Quizás en la mesa del bar, aún quedará solito ese muchacho que no se cansa de repetir una y otra vez que ellas no ocultan nada y que son fáciles para todo aquel que sabe comprenderlas. Lo cierto es que siendo la mujer tan bella, el hecho de que sea impredecible, la hace más hermosa aún.
Es el misterio de ser mujer. La mujer tiene la misma dignidad del hombre, más tiene características específicas que hacen de la mujer, mujer.
En lo general la mujer es bondadosa, perseverante, con deseos de ser sostenida y acompañada, con deseos de seguridad y de evitar riesgos; su máximo es amar y sentirse amada.
En lo físico, la mujer está hecha para conservar la vida, recogerla, hacerla germinar, florecerla, perfeccionarla. Posee instinto maternal y cuidado directo de los hijos, mayor sensibilidad a estímulos afectivos, voz de timbre agudo, complexión fina.
En el ámbito sensitivo, la mujer es afectuosa con deseo de ser cortejada, capta lo particular, los detalles, lo pequeño, lo próximo.
En el ámbito cognoscitivo, la mujer predomina la captación por los sentidos, la intuición, tiende a lo subjetivo y personal, fija su atención en lo concreto, su pensamiento es profundo, vive de experiencias.
En el ámbito de la voluntad, la mujer es movida por la compasión y la misericordia. Se le convence llegándole al corazón, vive por algo, se enfrenta con gran resistencia al sufrimiento.
En el ámbito religioso, la mujer siente más a Dios, ora con el corazón, es piadosa.
En el aspecto moral, es suave, tierna, apegada a sus principios, atenta, dócil, compasiva.
Esto predomina en la mujer por ser mujer. Ella cultiva y hace florecer, lo que se encuentra en lo más íntimo de la belleza de aquella criatura capaz de dar la vida.
Debemos recordar por todos los días de nuestras vidas. Ser mujer es algo bello, sorprendente, complicado y confuso. Y es bello porque es como un poema que sólo puede leerse con el corazón. Es sorprendente, complicado y confuso porque las mujeres fueron hechas para ser amadas más que para ser comprendidas, pero si queremos comprenderlas: las deberemos amar.
Existe entre la mujer y el hombre una diferencia muy grande. La mujer es otro mundo del mundo del varón. Éste no la puede comprender diáfanamente. Ella es algo vaporoso, delicado, una ilusión, un sueño.
La mujer no es inferior al hombre. La mujer no es superior al hombre. La mujer es igual en todo al hombre. ¿Qué es la mujer? Simplemente, es distinta al hombre.
La mujer ha de ser eso. Mujer, y ha de cumplir su destino femenino en la sociedad, en la humanidad y en el universo.
El ser mujer es un misterio por excelencia, por eso la mujer es un enigma para el hombre.
El hombre en su expresión general, es la más elevada de las criaturas. La mujer, el más sublime de los ideales. La Mujer es Tesoro incomparable, porque su estima sobrepasa largamente al de las piedras preciosas.
El corazón de un hombre está en ella confiado y no carecerá de ganancia. Le da ella bien y no mal todos los días de su vida. Busca lana y lino y con voluntad trabaja con sus manos. Es como nave de mercader que trae su pan de lejos.
Considera la heredad y la compra y planta viña del fruto de sus manos. Ciñe de fuerza su espalda y refuerza sus brazos. Ve que van bien sus negocios, pero su lámpara no se apaga de noche. Aplica su mano al huso y sus manos a la rueca.
Dios hizo para el hombre un trono; para la mujer un altar. El trono exalta, el altar santifica.
El hombre es cerebro; la mujer, corazón. El cerebro fabrica luz, el corazón produce amor. La luz fecunda, el amor resucita. El hombre es genio, la mujer ángel. El genio es inmensurable, el ángel es indefinible. Se completa lo infinito, se admira lo inefable.
La aspiración del hombre es la suprema gloria; la aspiración de la mujer es la virtud extrema. La gloria hace lo grande, la virtud hace lo divino. El hombre tiene la supremacía; la mujer la preferencia. La supremacía significa la fuerza, la preferencia representa el derecho.
El hombre es fuerte por la razón; la mujer es invencible por las lágrimas. La razón convence, las lágrimas conmueven. El hombre es un código; la mujer, un evangelio. El código corrige, el evangelio perfecciona.
Feliz del hombre que tan solo por un día, sepa entender el alma de la mujer.
.
© Copyright 1992, Armando Maronese
Si se quiere desnudar a una mujer, nunca se logrará. Se hará sí, con su vestimenta, pero nada más. Se verá su cuerpo, se verá su hermosa piel, se verá su sexo, pero no más de ahí.
Por eso desnudar una mujer, no alcanza para descubrir su mundo secreto y lo más probable, por no decir lo más seguro, es que sus ojos cuenten mucho más de lo que se quiere saber. Cuando sus ojos miran fijamente, dicen muchas cosas y como seguramente uno mirará su cuerpo, ni cuenta se dará lo que sus ojos están diciendo.
Ella sabe que para llegar a su alma, se deberá mirar con mucha más paciencia, pues aun desnuda, estará vestida de pleno misterio. El fuego de su interior, sólo se conocerá mirando su corazón a través de sus ojos, y aún sin ropas, no nos pertenecerá.
Al desnudar a una mujer, nunca se logrará quitarle su mejor prenda…el pudor. Miraremos su cuerpo esbelto, hermoso... su piel, pero debemos aprender que no existe seda que supere su piel, ni tela que pueda esconder su encanto.
Si supiéramos lo que significa desnudar a una mujer... Desnudar a una mujer, es como quitarle los pétalos a una flor. Es llegar hasta la puerta de los sentidos y caer de rodillas ante el altar sagrado de su fuente de vida.
Pero nunca debemos dejar de recordar… que aún sigue sin pertenecernos. No es de esa forma como conoceremos su cielo. Tal vez conozcamos algo del nuestro, pero no el de ella. Con ella puede el artista, olvidar por completo lo que es una línea recta y naufragar en un mar ondulado de luces y sombras.
Si esa mujer nos mira profundo, no es que quiera hacernos un regalo a nuestros ojos. Lo que quiere hacer, y de eso se trata, es un regalo para nuestra alma. Sin lujuria, sin morbosidad, ni dobles mensajes. Cuando ella lo quiera nos dará lo que queremos, pero nunca su pleno interior, pues esa mujer es el misterio más grande de este mundo.
Es miel, es rocío, es frutas, es aromas y sabores. Es la mejor obra de arte de Dios en este mundo y llevada a la pintura, a la fotografía y a la escultura. Es lo que mueve al mundo y nuestra inspiración nace de ella.
Además, la mujer piensa con el corazón, actúa por la emoción y vence por el amor. Que tiene emociones y transmite cada una de ellas con una sola mirada.
¿Quién entiende a la mujer? Esa es la pregunta más repetida por los hombres y a la cual muy pocos tienen acceso... a la verdadera respuesta. Un ser superficialmente frágil, pero con un misterio infranqueable por dentro. ¿Qué esconden ellas detrás del rubí y del delineador?
Nunca nos debemos preguntar quien entiende a la mujer. Sólo podremos entender de ella lo que nos transmitan sus ojos. La mentalidad de la mujer es infinitamente impredecible e inentendible.
Toda una corriente machista se evapora con esa pregunta. Quizás en la mesa del bar, aún quedará solito ese muchacho que no se cansa de repetir una y otra vez que ellas no ocultan nada y que son fáciles para todo aquel que sabe comprenderlas. Lo cierto es que siendo la mujer tan bella, el hecho de que sea impredecible, la hace más hermosa aún.
Es el misterio de ser mujer. La mujer tiene la misma dignidad del hombre, más tiene características específicas que hacen de la mujer, mujer.
En lo general la mujer es bondadosa, perseverante, con deseos de ser sostenida y acompañada, con deseos de seguridad y de evitar riesgos; su máximo es amar y sentirse amada.
En lo físico, la mujer está hecha para conservar la vida, recogerla, hacerla germinar, florecerla, perfeccionarla. Posee instinto maternal y cuidado directo de los hijos, mayor sensibilidad a estímulos afectivos, voz de timbre agudo, complexión fina.
En el ámbito sensitivo, la mujer es afectuosa con deseo de ser cortejada, capta lo particular, los detalles, lo pequeño, lo próximo.
En el ámbito cognoscitivo, la mujer predomina la captación por los sentidos, la intuición, tiende a lo subjetivo y personal, fija su atención en lo concreto, su pensamiento es profundo, vive de experiencias.
En el ámbito de la voluntad, la mujer es movida por la compasión y la misericordia. Se le convence llegándole al corazón, vive por algo, se enfrenta con gran resistencia al sufrimiento.
En el ámbito religioso, la mujer siente más a Dios, ora con el corazón, es piadosa.
En el aspecto moral, es suave, tierna, apegada a sus principios, atenta, dócil, compasiva.
Esto predomina en la mujer por ser mujer. Ella cultiva y hace florecer, lo que se encuentra en lo más íntimo de la belleza de aquella criatura capaz de dar la vida.
Debemos recordar por todos los días de nuestras vidas. Ser mujer es algo bello, sorprendente, complicado y confuso. Y es bello porque es como un poema que sólo puede leerse con el corazón. Es sorprendente, complicado y confuso porque las mujeres fueron hechas para ser amadas más que para ser comprendidas, pero si queremos comprenderlas: las deberemos amar.
Existe entre la mujer y el hombre una diferencia muy grande. La mujer es otro mundo del mundo del varón. Éste no la puede comprender diáfanamente. Ella es algo vaporoso, delicado, una ilusión, un sueño.
La mujer no es inferior al hombre. La mujer no es superior al hombre. La mujer es igual en todo al hombre. ¿Qué es la mujer? Simplemente, es distinta al hombre.
La mujer ha de ser eso. Mujer, y ha de cumplir su destino femenino en la sociedad, en la humanidad y en el universo.
El ser mujer es un misterio por excelencia, por eso la mujer es un enigma para el hombre.
El hombre en su expresión general, es la más elevada de las criaturas. La mujer, el más sublime de los ideales. La Mujer es Tesoro incomparable, porque su estima sobrepasa largamente al de las piedras preciosas.
El corazón de un hombre está en ella confiado y no carecerá de ganancia. Le da ella bien y no mal todos los días de su vida. Busca lana y lino y con voluntad trabaja con sus manos. Es como nave de mercader que trae su pan de lejos.
Considera la heredad y la compra y planta viña del fruto de sus manos. Ciñe de fuerza su espalda y refuerza sus brazos. Ve que van bien sus negocios, pero su lámpara no se apaga de noche. Aplica su mano al huso y sus manos a la rueca.
Dios hizo para el hombre un trono; para la mujer un altar. El trono exalta, el altar santifica.
El hombre es cerebro; la mujer, corazón. El cerebro fabrica luz, el corazón produce amor. La luz fecunda, el amor resucita. El hombre es genio, la mujer ángel. El genio es inmensurable, el ángel es indefinible. Se completa lo infinito, se admira lo inefable.
La aspiración del hombre es la suprema gloria; la aspiración de la mujer es la virtud extrema. La gloria hace lo grande, la virtud hace lo divino. El hombre tiene la supremacía; la mujer la preferencia. La supremacía significa la fuerza, la preferencia representa el derecho.
El hombre es fuerte por la razón; la mujer es invencible por las lágrimas. La razón convence, las lágrimas conmueven. El hombre es un código; la mujer, un evangelio. El código corrige, el evangelio perfecciona.
Feliz del hombre que tan solo por un día, sepa entender el alma de la mujer.
.
© Copyright 1992, Armando Maronese
No hay comentarios:
Publicar un comentario