Camino, camino. Miro y no veo. Pudo ser mucho y fue tan poco. Es tan triste y es tan grande, pero a la vez tan pequeño.
Es tan hermosa. Ella... esa hermosa mujer que me desvive. Mi corazón vibra enloquecido cuando la veo. Tiene esos ojos color miel que me atrapan cuando me miran fijo, como ese torbellino en el mar. Pero ya no se fija en mí y me encuentro solo.
Ese amor que al final no se dio. Ese dolor que no se puede controlar... ¡como arde dentro de mí..! como duele. La ilusión se aviva y me consume lentamente. Me quema. Me hiere.
Estoy encerrado en mi soledad. La soledad es esa reja que no se ve y no me deja salir. La soledad es ese llanto que no cae por las mejillas pero duele en el alma. Hay lágrimas de tristeza y de alegría, pero no de soledad.
Ella es mi vida, ella es mi todo, pero se niega y me cierra la puerta aunque secretamente me ama. Tiene miedo. Miedo al dolor pues ha sufrido ya en épocas pasadas. Entonces, se encierra en sí misma con una capa protectora. Pero a veces me da amor, se entrega a mí y cuando lo hace, es pura ternura y pasión. Pero no deja estable su actitud y por ello no contagia su ilusión, ni su amor. Se guarda el dolor que la niega como dulzura. Su esperanza se desvanece y la sonrisa se escapa de su hermoso rostro.
Ella sabe que ese amor que no entrega en forma permanente, lleva su rostro y el mío. Tiene su voz y la mía. Tiene sus labios y los míos. Tiene sus caricias y las mías. Me falta la compañera de esperanzas y desesperanzas, de buenos y malos momentos, de alegrías y tristezas. Alguien a quien amar, abrazar, acariciar, besar, a quien extrañar, con quien reír, con quien llorar, por quien estar de otra forma..., ella unida a mi vida.
Aunque deseo tenerla entre mis brazos yo no necesito verla en presencia para amarla, pues la llevo en mi alma y muy dentro de mi corazón. Pero la veo en mi mente y escucho su suave, grave y dulce voz.
A veces, es triste y callada. A veces es risas y palabras. A veces es puro amor y pasión. Recuerdo su carita apoyada sobre mi hombro; sus ojos cerrados; su corazón latiendo acelerado.
Me tiene por entero y ella lo sabe. Porque la noche no tiene luna si ella no es la luna. Porque la tengo lejos y no es mía. Porque la llevo siempre aunque no esté conmigo. Porque la pienso sin que me piense.
El tiempo pasa y digo permanente su nombre en voz muy queda. También en silencio, para que nadie me escuche, para que nadie me la robe. Pero aunque no la tenga conmigo y esté lejos y el tiempo pase y yo diga su nombre, aunque ella no me escuche y no lo sepa, aunque no lo quiera... así la amo. No tengo nada de ella para apretar contra mi pecho en mis momentos de angustia y, entonces, en voz baja la nombro; mi voz sale entrecortada por el llanto silencioso.
Y yo la pienso y le digo: No te vayas ahora por favor, no me dejes así, sin empezar. No me dejes con todas estas frases y todos estos besos que son sólo para ti. No me dejes ahora en medio de este frío y de esta lluvia, en medio de esta calma y de esta noche; al menos permite que te hable de mi amor. Al menos escúchame y no me des la espalda y un adiós. No me dejes solo en la batalla pues quizás ésta sea la guerra para ganar. Escucha mi voz y deja que mis manos se expliquen mejor, en medio de esta noche y de este amor. No te vayas ahora. Ahora no.
Sin ella nada no tengo nada. Quizás, algún día, ella quiera que mi corazón, despierte para recibir su amor. Quizás, algún día, ella quiera tenderme su mano, dispuesta a compartir. Quizás algún día quiera que mis ojos vuelvan a admirar su belleza. Si ello sucediera, le abriría las rojas puertas de mi herida, para que penetre en lo más profundo de mi ser; que perciba la luz de mi alma y la fuerza de mi corazón destruyendo al dolor.
Donde hubo fuego sábanas gastadas quedan. Donde hubo amor sólo dolor. De no tenerla queda, y en medio de este tiempo, tiempo de no tenerla. Tiempo de soledad sin estar solo; tiempo de risas sin alegría. Y en medio de todo esto, sólo escucho su suave voz.
¿Y qué haría ella sin mis dudas, sin mis enfados y mis manos? Sin preguntas, sin respuestas. Sin respuesta a sus preguntas. ¿Y que haría sin mi voz, sin mi roce en su cabello, sin mi risa de sus bromas, sin mi forma de mirarla?
¿Y qué haría yo? Repartido entre las sombras. Descansando entre mis penas. Robándole palabras. Acechándola en el día. Transpirándola en la noche. Pintando de colores su luna y recorriendo sus volcanes.
¿Y como podría vivir de otra manera? Sin tenerla aquí bajo un cielo gris o luminoso. Sin poner rubor en sus mejillas. Sin que me tenga y sin tenerla mía. Y mojarnos juntos y querernos juntos. Sin verla alejarse y sin preocuparme. Y verla de cerca y querer besarla. Y verla bailar y al final del día poderla cobijar.
Este hoy con toda mi soledad, sin alegrías, con muchos pesares, es mi vida, es lo único que tengo. Pero no puedo conformarme con eso. Necesito que ella venga a mí; lo necesito como el aire que respiro, pues sin ella es ir muriendo poco a poco. Distingo el olor de las flores, de las cosas, el olor del mar y... el olor de su piel que conservo como un tesoro, cada vez que la recuerdo.
Y pasan los días y pasan las noches y yo sigo aquí pensando en sus ojos; esperando que llame y oír su risa, esperando un momento para darle un beso, queriendo abrazarla y decirle cuanto la amo...
Y hoy la veo tan lejos y la siento fría, y quisiera llevarla lejos de esta brisa, lejos de sus sueños, y poder llenarla de mil alegrías y sentirla cerca y tenerla mía...
Y pasan las noches y pasan los días, y se van los soles y se van las lluvias, y el Tiempo no para y es solo un pretexto para recordarle que hoy también... la amo.
Aunque amo los colores, hoy para mí todo es gris, salvo cuando pienso en sus ojos color miel. Amo sus ojos, la amo a ella entera. Amo su boca pequeña y quiero besarla; amo su piel y quiero olerla y besarla. Quiero lamerla. Mi beso es una sed loca que no la sacia el beber; sólo lo haría su boca si tuviera la misma sed... La siento tan cerca pero no la veo.
Extraño su boca, su lengua, sus ojos amorosos, su desesperación y pienso que los instantes perdidos son irrecuperables. La vida puede y deber ser vivida con lo que se nos presenta ahora, en el presente. Puede ser serena, puede ser competitiva, puede ser alegre, puede ser triste, pero siempre los momentos presentes son irrecuperables.
Si ella me amara, me devolvería la vida. Me devolvería la dicha de ver, de contemplar. Podríamos ver juntos el mar, las estrellas, la luna, el sol, las flores, la vida. Para amar vivimos y sin amor la vida no existe. Sólo quien ama vive. Si me ama, sabré que todo aquello que florezca en mí llevará su marca para siempre.
Y si decide no amarme, entonces seguiré encerrado en mi soledad; pero sabré sin que me dé cuenta, que en mi interior habrá claridad; mi boca estará sellada pero el deseo de besarla se encontrará latente; mi corazón estará frío pero sé que seguirán mis latidos para amarla.
Recuerdo un escrito de Rabindranath Tagore, poeta indio, que dice:
"Si de noche lloras porque se ha ido el sol, tampoco podrás ver las estrellas".
A veces, se hace demasiado difícil poder ver las estrellas. El ser humano, eternamente insatisfecho, padece cuando no tiene nada y también padece cuando tiene demasiado. ¿Es bueno dar demasiado amor?¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo ella dejará escapar lo que tenemos buscando lo que tampoco disfrutaremos? ¿Y hasta cuándo seguirá pensando que es tarde, que ya no hay oportunidad y que puede sufrir? Pienso que es mejor sufrir amando que vivir vacío. Sin ella todo me falta. Me falta la vida.
© 2009, Armando Maronese
Viernes, 30 de enero de 2009
Sábado, 07 de febrero de 2009